Anécdotas de la Esquina Caliente: Odiseas Santarriteñas Vol 1.

Estuve almorzando con una amiga mexicana en una fonda criollita o como dirían en Betty la Fea en un "corrientazo". Y salieron a relucir los recuerdos de mis tiempos de estudiante en Santa Rita. Sí soy de la UPR y viví en ese asqueroso cucarachero como 7 años de mi vida. Sí, también le hice la competencia a Milton pero es imbatible. Y sí, por supuesto que sí, Milton existe.

Recuerdo así a grosso modo haber sobrevivido 3 asaltos, la persecusión de mil tecatos, dos avisos de huracán y el caminito minado de sorpresas todos los días rumbo al campus. Salir vivo y sano de aquel "twilight zone" es el mayor logro que un gallito o una jerezana puede obtener.

Yo vivía en un calle muy particular en una esquina de convergencias extrañas. Un edificio de tres pisos, en el tope una familia de Plan 8 con media docena de muchachitos esnús corriendo, gritando, subiendo y bajando las escaleras. En el medio un apartamento que contenía una colonia de mujeres, ninfómanas unas, lesbianas, casadas, solteras, feas,lindas, gordas, flacas parecía un museo de mujeres. Abajo en el primer piso vivía una solterona con su señora madre, viuda, de esas de batas verde chatré a juego con las pantuflas, de las de beauty y bingo infaltable todos los domingos. De las que el resto de la semana viven entre el balcón y la ventana. El primero para confirmar lo que ha visto por la segunda.

En la otra esquina una colonia de hombres sudorosos heteros y metrosexuales que hacían pesas sin camisa en el balcón frente al apartamento del museo de mujeres o al otro edificio de la otra esquina. Ese, un edificio alto de varios pisos contenía una muestra de la clase media en Puerto Rico. En el primer piso de un lado, 3 loquitas histéricas de publicidad y reuniones Mary Kay, en el otro 3 niñas niñas con guille de riquitillas. A una de ellas le robaron el carro con los plásticos de los asientos intactos! ( Ay San Kalman Barsy! Los Cafres! ).

En el segundo piso nunca supe si vivía gente o era un local de alquiler de muebles todos los meses sacaban y metían camas, muebles, ropa. Parecía un Salvation Army. En el tercer piso los sospechosos, esa gente que se ve normal pero quién sabe que esconden, entraban y salían normales pero nunca había luces prendidas en la noche. Siempre asumí que había una puerta interdimensional en ese lugar o eran de los que vivían eternamente en el cuarto piso. En el cuarto piso justamente estaba el inolvidable conjunto criollito de los pleneros del quinto sueño, porque te levantaban a son de escándalo en el medio del quinto sueño, pero debo admitir que le daban mucho color a la esquina. Siempre de farra, siempre bebiendo, siempre cantando, siempre con bulla, es la idea gringa de un caribeño baile, botella y dominó. Porque se oían los chucházos (golpe de ficha cuando cierran) a medio kilómetro.

En el siguiente piso era otra colonia de mujeres pero strippers. Se colgaban de las verjas del balcón a hacer contorsiones, gemidos provocadores y gritos como para emisora de radio mañanera. Cierta noche hasta se vieron sostenes y otras prendas caer al vacío. Más conocidas como "las Bella Ks". En el último piso allí vivían de un lado una familia, que el jefe de casa siempre iba en mameluco aka peto aka jumper aka como se llame y era idéntico a Santa Claus, la señora por su parte tenía pinta de hippie a lo Patti Smith. Del otro la colonia masculina inversa a los metrosexuales, macharranes de parties semanales, de pelas a puños y patadas. Los únicos que han arrestado por romperse la madre a altas horas de la noche un día que los policías no quisieron ir a beber cerveza como de costumbre. ¡Esto es Puerto Rico!

En la otra esquina había algo que no tiene definición. Es a medias un quincallero, y mucho de vertedero. Había una casa de las que salían ratas del tamaño de un conejo enano y no exagero. Y que contenía de todo lo que uno pueda imaginarse, desde orquídeas robadas de los balcones de los vecinos hasta pedazos del tren urbano. Recuerdo aún con asombro el día en que mandaron a desalojarla por ser un estorbo público, la casa, aunque el dueño también lo era. Sacaron 5 camiones de basura y desalojaron un centenar de ratas, que ahora deben vivir en el local de Plan 8.

Así que como son muchas las historias de La Esquina Caliente, en lo sucesivo trataré de sentarme a recordar y compartir la odisea de ser residente santariteño y no morir en el intento, literalmente.

Si quieren compartir sus historias bienvenidos.

2 comentarios:

Awilda I. Castro Suárez dijo...

Oye yo también viví por allí...creo que deberías añadir mujeres que sacaban el colchón para el balcón para ver las estrellas de noche.

The Box Observer dijo...

A eso hacían las del museo de mujeres. Yo me acuerdo que una vez se les trepó un tipo por el balcón borracho de despecho... y como venía de pescar de la playa. Mano le dejó unas cocolías en la entrada de la casa pana y la vieja d ela spantuflas verdes estuvo jodiendo medio año con el asunto de la peste a cocolía. Claro está más jodió con contratar unos tecatos pa que le dieran una paliza. Jajajaja.