De añoros y ausencias

Aunque nunca he estado en el Olimar una parte de mi pertenece a ese lugar. Mi niñez me abandonó al ritmo de los acordes orientales, de la música de los pagos, y de otras tierras sudamericanas. Papá coleccionaba música y a la vuelta de alguna migración forzada por falta de trabajo trajo un disco de vinilo que atesoraba como cualquier alhaja, La Niña de Guatemala, del dúo Los Olimareños. Yo tenía unos cinco años y ya pedía la oportunidad de escoger la música que se escuchaba ritualmente durante todo el día, todos los domingos. Me costó mucho trabajo ganarme la confianza para acercarme a la vieja vitrola pero valió la pena. Aprendí a amar ese sonido que hace la aguja de diamante cuando toca el borde del disco, ese ruido que bautiza todo de nostalgia, un ruido que asociamos con todo lo viejo, con aquel pasado que siempre se añora.

Crecí añorando tiempos que no viví. Escuché sobre Artigas, Bolívar y San Martín antes que del Lobo y Caperucita. Mi edad no alcanzaba los dos dígitos y ya me había contado mi viejo sobre la dictadura, la censura y la tortura. Algún día más temprano que tarde comprendí por qué el lobo se disfrazaba de abuelita y por qué la caperucita era roja. También supe que el cuento no siempre acaba de la misma manera. Aprendí sobre el exilio, y sobre esos que no pueden ponerle música a la verdad porque demasiados oídos necios, bajo conciencias oscuras no pueden soportarlo y mucho menos entenderlo.

Crecí extrañando lugares donde no estuve. Lugares que están llenos de historia, colectiva e individual. Algunos aunque los he visto albergar mucho dolor también albergan proporcionales o superiores fuerzas. Lugares dónde puedes preguntarle a la gente sobre la esperanza y aunque no sepan decirte que és la ponen en práctica mientras enormes grietas en el deteriorado asfalto te responden con flores brotando en amarillo.

Vivo queriendo volver a donde no se puede regresar; a donde tampoco estuve nunca. Regresar al tiempo aquel donde con la palabra bastaba. Donde el campesino no lo tenía todo pero no le faltaba nada. A esos tiempos en que según el viejo las puertas no tenían cerradura, tiempos en que sabías quién era tu vecino, y en los que luego de mucho caminar aún no encontrabas ni pavimento, ni suciedad. Quisiera viajar como en aquellos tiempos en que perderse significaba encontrarse mientras descubrías a otros.

Ando buscando llegar a lugares que ya no existen. El Olimar ya no es quizás como yo lo imagino, quizás nunca lo fue, quizás fue mejor. Sólo puedo recurrir a los libros, a las fotos en sepia y a mis lugares imaginados producto de la idealización forjada con los cuentos de quincallero que repetía el viejo cuando estaba de buen humor y menos cansado que de costumbre. Me tocó construirlos con sus recuerdos inexactos y las canciones que la vitrola me permitía oír en la distancia y que daban vida a todo eso que parecía un mito.

Amé tanto o más que mi viejo aquellos discos de vinilo. Pasé por los años mozos explorando toda la música que un adolescente exploraría pero nunca me acabé de sintonizar con alguno en particular. Cuando el viejo se murió abandoné la sana costumbre de los domingos y con el tiempo renuncié a escuchar cualquier tipo de música. De vez en cuando me sorprendía tarareando una canción pascuense que cantaban López y Guerra y aunque ignoraba su significado servía de onomatopeya tanto a la lluvia como a mis tristezas. Hace ya algunos años que me sinceré con mi Euterpe. Volví a querer los domingos, y esas se convirtieron en las voces y guitarras que de todas las voces y guitarras sobre la faz de la tierra más me agrada escuchar. Descubrí lo que aquella canción significaba y a los compositores detrás de sus canciones. Descubrí que de lo que Rubén Lena, Alfredo Zitarrosa y Víctor Lima hablaban en sus canciones no son sólo lugares definidos por coordenadas sino estados afectivos que contenemos todos aquellos a quienes la conciencia nos permite escuchar y nos corre sangre por las venas.

Ahora que el viejo no está no puedo reclamarle por todo lo que hizo mal, pero tampoco puedo agradecerle por todo lo que hizo bien. Ahora entiendo lo importante que era el ritual de los domingos, aquello que se ponía en un plato giratorio no era solamente un acetato, era un pedazo de memoria engalanada de sentimiento. Era arte y voz de pueblo simultáneamente. Hoy, todos los días tengo unos minutos de domingo, y aunque son distintos y la vitrola moderna cabe en el bolsillo de vez en cuando cierro los ojos y regreso a mi casa. El viejo sigue allí, pensativo, recostado en la hamaca que había colgado en el taller, contándome lo dura pero feliz que era la vida en el campo y los sueños de tener una tierrita en ese lugar cercano al río que le robó el aliento. Regreso de vez en cuando a allí, a ese punto en que me tocaba cambiar de lado el disco, y me pierdo en el ruido del borde, para encontrarme oyendo al Olimar en un par de voces y aprovecho para extrañar la ausencia de padre y patria.












A Los Olimareños B. López y P. Guerra por hacer, con música y sacrificio,
patria en almas extranjeras.

P.D.

Por supuesto que los tienen que escuchar.
A Don José (de Rubén Lena)
El Orejano (de JC Cobián) Corregido. Disculpas por el error.

Yo se que en el pago me tienen idea
por eso a los que mandan no les "cabresteo",
porque despreciando las huellas ajenas
se abrirme caminos pa' dir donde quiero.

Porque no me han visto "lamber la coyunta"
ni andar hocicando pa' hacerme de un peso
y saben de sobra que soy "duro e' boca"
y no me asujeta ni un "freno mulero".

Porque cuando tengo que cantar verdades
las canto derecho nomás, a lo macho.
Aunque esas verdades amuestren bicheras
donde "naides creiba" que hubiera gusanos.

Porque el "copetudo de riñon cubierto"
pa' l no usa leyes ningún comisario
lo trato lo "mesmo" que el que sólo tiene
chiripa' de bolsa pa' taparse el rabo.

Porque no me llenan con cuatro mentiras
los maracanaces que vienen del pueblo
a elogiar divisas ya desmerecidas
y hacernos promesas que nunca cumplieron.

Porque cuando traje mi china pal' rancho
me olvidé que hay jueces pa' hacer casamiento,
y que nada vale la mujer más buena
si su hombre por ella no ha paga'o derecho.

Porque mis gurises los he criao infieles
aunque el cura grite que irán al infierno,
y digo a'onde cuadre que pa nada sirven
los que sólo pasan "pirinchando" el cielo.

Porque aunque no tengo donde caerme muerto
soy más rico que esos que agrandan sus campos
pagando en "sancocho" de tumbas resecas
al pobre peón que echa los bofes pinchando.

Por eso en el pago me tienen idea,
porque entre los ceibos estorba un quebracho,
porque a todos ellos le han puesto la marca
y tienen envidia de ver mi orejano.

Y a mi que me importa, soy chúcaro y libre
no sigo a caudillos ni en leyes me atraco
y voy por los rumbos clareaos de mi antojo
y a nadie preciso pa' hacerme baqueano.

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Le mostré esta canción a un amigo que le agrada la música comercial. Esperaba que me gritara o se quejara. Me soprendió agradablemente oírle decir "está muy buena esa música". Yo sé que hasta los cegatos se deslumbran con el sol, y los que no lo ven simplemente se queman. Es un orgullo y privilegio para mí compartir esto con otros. Qué lo disfruten como yo, o más.

3 comentarios:

Lord Picis dijo...

¡Hey! Pos pa' que te digo que si si,jejeje.
Hermosamente profundo, hermosamente sencillo. Profundo por escarbas en ese baúl que todos poseemos, pero poco visitamos y sencillo por que nada mas sencillo que darte un momento dentro de la carrera diaria, para tocar suelo, escuchar música, sencillamente ser.
Un abrazo!

The Box Observer dijo...

Bienvenido Lord Piscis. Gracias por el comentario. Son tan pocos los que comentan (por no decir que eres el segundo jajaja) que estuve pensando en no escribir más. No sé quizás a veces uno siente que habla en el medio del desierto y que no hay gente en la misma "frecuencia" que nosotros. Como diría Bob Dylan "People are crazy, times have changed, I'm locked in tight, I'm out of range I used to care, but things have changed... (I) You can't win with a losing hand".

Lord Picis dijo...

Espero que desistas de abandonarnos, esto es como la campaña del libro perdido, escribes en el blog, y en algún momento, alguien se topara con un tesoro. Me pasa igual que a ti, pero me gusta desahogarme por medio del blog, así que si ha alguien le parece acorde con sus emociones o ideas, pues que haga su aporte o simplemente lo lea y parta. Hacer comentarios en otros blogs, siempre es el mejor recurso para añadir amigos al nuestro.